Arte y Espectáculos

Mauricio Kartún: De Caín y Abel o el enfrentamiento entre dos arquetipos

Será la única oportunidad para ver la premiada puesta en nuestra ciudad. El dramaturgo destacó que en la obra, Caín y Abel representan el nómade y el sedentario, "dos modelos que tienen hoy como entonces mucha vigencia".

Se llevará a cabo hoy la única función en Mar del Plata de “Terrenal, pequeño misterio ácrata”, escrita y dirigida por el dramaturgo Mauricio Kartún, a las 21.30 en el Teatro Provincial.

La obra llega precedida por el reconocimiento del público -más de 70.000 espectadores en cinco temporadas- nacional y en el exterior y tras haber cosechado una veintena de premios.

En la puesta, uno de los autores más destacados de la escena argentina contemporánea, pone a los personajes bíblicos Caín y Abel, en un terreno del conurbano bonaerense.

Claudio Martínez Bel, Claudio Da Passano y Rafael Bruza dan vida, bajo la dirección de Kartún a Caín, un productor morronero; Abel un vagabundo, vendedor de carnada viva, hermanos a los bifes compartiendo ese terreno al que nunca podrán volver morada común; y Tatita, siempre ausente, que regresa un domingo melancólico.

Antes de desembarcar con esta propuesta, el autor de esta y de otras destacadas piezas, como El niño argentino y Sacco y Vanzetti, habló con LA CAPITAL.

– ¿Qué elementos toma para trasladar el antiguo mito del enfrentamiento entre Caín y Abel a la Argentina actual? ¿Por qué elige pasajes bíblicos para abordar temas de la actualidad?

– Los mitos son algo así como recursos naturales. Relatos que contienen eso que algunos llaman inteligencia narrativa, la posibilidad de transmitir a través de una narración un concepto que de otra manera resultaría difícil y farragoso. Los mitos son como una enorme biblioteca, un archivo de conocimiento abierto las 24 horas y siempre disponible. Trabajo con la biblia como con muchos otros compendios míticos. Del mito de Caín y Abel me interesó mucho lo que amplían sobre él los mitólogos: el enfrentamiento entre dos arquetipos, el nómade, aquel que encuentra la felicidad en su andar, y lo hace siempre ligero de equipaje para moverse más libre; y el sedentario, el que acumula, teme luego perder lo acumulado y termina sacrificando su vida para conservarlo. Dos modelos que tienen hoy como entonces mucha vigencia.

– ¿Se pueden traspolar, simbólicamente, las antinomias tan presentes en la actualidad, a nivel político y social (nosotros/los otros, K/anti K y viceversa, bueno/malo?

– Seguramente sí. Son arquetipos tan polares y tan habituales que es difícil no ponerlos en algún lado. Estuvimos ahora en noviembre en Madrid y allí la crítica -que eligió a Terrenal como uno de los dos mejores estrenos extranjeros del año- hablaba justamente de la dialéctica entre el capitalista y el ecosocialista, el par dialéctico más vigente allá en la actualidad.

– ¿Tiene el Tata Dios de Terrenal algo de lo que es o significa dios para usted?

– Mucho, sí. Cualquiera que vea la obra lo comprenderá. Me gusta aquella idea spinoziana de un dios antirrepresivo, me conmueve y me identifica.

– ¿Qué busca rescatar al utilizar el lenguaje gauchesco en esta puesta?

– No es por voluntad de rescate. Ese lenguaje viene aquí del personaje de Tatita, que es justamente folclorista. El texto teatral es una especie de filarmónica, donde a más variedad instrumental mayor es la posibilidad de contrastes, de contrapuntos. Me gusta mucho esa posibilidad sinfónica y vivo mezclando lenguajes.

– ¿Qué destaca, como autor, como director, de lo que le aporta cada uno de los actores a esta puesta?

– Creo que el secreto de esta rara vigencia que ha encontrado Terrenal está en lo delicioso de sus actuaciones. Hay algo así como 70.000 personas que la han visto y lo curioso es la enorme cantidad de público que se repite función tras función. Eso sólo es posible cuando como espectador sos capaz de disfrutar el ritual aunque sepas ya de memoria el relato. Y eso sólo lo producen las grandes actuaciones. Cada uno de ellos de acuerdo a la vieja estructura de los payasos aporta lo suyo a la emoción y sobre todo al humor. (Claudio) Martínez Bel es el clown clásico, ese que en su fracaso no para de hacerte reír. (Claudio) Da Passano es el pierrot, el idealista, el romántico, su humor desde siempre viene de mostrarnos esa faceta de nosotros mismos: con él nos reímos de nuestros propios entusiasmos. Y finalmente Tatita, Rafael Bruza, es el payaso blanco, ese que habla de cara al público y lo divierte con sus ironías. La combinación de las tres formas clásicas de humor consigue sobre el escenario una efectividad que aun ahora, ya en quinta temporada, no deja de sorprenderme. Son tres genios.

– ¿Cuál considera que es hoy el valor que tiene el buen teatro -y el acceso a él- para las comunidades?

– Después de 24 siglos de vida y con tantos lenguajes y soportes alternativos como tiene hoy el teatro sigue estando curiosamente vigente. Hay algo de atractivo de riesgo circense siempre en ver a esos actores sorprendiendo con su solvencia, sus habilidades, maravillando con su técnica. Disfrutar de la habilidad sorprendente de la representación y vernos allí representados en ese ritual de siglos tiene algo de incomparable. El teatro tiene por delante vida eterna.

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